jueves, 18 de julio de 2013

Siempre debería ser sábado



Milena es una muy buena escritora, pero últimamente no se le ocurría nada sobre lo que escribir. Un día normal se fue con su madre a una tienda de muebles, para ayudarla con las sillas. Al estar allí, ella se aburría mucho y se puso a cotillear sobre lo que había allí y debajo de una cama se encontró unas llaves doradas y grandes en las que ponía Llave del mundo.
Al principio, Milena no sabía si quedarse con las llaves o dejarlas allí, pero de repente su madre la llamó porque la estaba buscando y se tuvo que ir, pero decidió que iba a buscar la cerradura de aquellas llaves.
A la primera de las amigas a la que se lo contó fue a Frida, y ella le dijo que se había metido en un buen lío. Luego fue a casa de otra amiga, llamada Sarai, y le dejó una nota para que fuera a su casa. Cuando estaban allí las tres, hicieron una votación para saber qué hacían con las llaves. Y salió por mayoría que las devolvieran.
Cuando llegaron a la tienda no estaba Salvador, el dueño. Entonces decidieron dejarlas e irse rápidas. Pero se encontraron a un hombre mayor. Decía que era Salvador I El Emperador. Ellas le explicaron lo sucedido y le pidieron perdón.
El problema fue cuando no tenían la llave. No sabían cómo decirle que habían perdido las famosas llaves. De pronto se cayó de una cortina el primo de Milena, que por casualidad llevaba en el bolsillo la llave.
Al final, todo se solucionó y descubrieron que las llaves lo que abrían era un baúl llamado Mundo, que contenía disfraces.

Este libro está de verdad muy bien. Yo no me esperaba que fueran las tres a devolver las llaves. Pensaba que buscarían la cerradura: Eso es lo que más me ha gustado del libro: que sorprende...

Marina Sánchez Hernández (1º ESO A. 2013)

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